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90 Nostalgias

Y soñé que era un Lam???!!!!

Y soñé que era un Lam???!!!!

«Muero contento de que mi pintura no haya gustado a la gente que detesto.»

Picabia

Hoy quiero soñar un cuadro. Hoy voy a soñar un cuadro...Necesito perderme en el óleo, montarme en una pincelada, en un trazo sin comienzo ni fin. No quiero hacer pintura con mis sueños, quiero husmear en el cuadro soñado por otro; en ese que fue tomando forma después de las incoherencias o coherencias, de un Yo interno plástico, policromático, consecuente o desvariado entre Escuelas y pintores, entre la Academia y lo irreverente, lo loco, lo nuevo, lo post...Quiero ser protagonista del suceso de interpretar los ecos, los guiños del otro, de aquel que nunca conocimos pero atisbamos- suponemos-, por la línea, el dibujo, el matiz...

Me dispongo a cerrar los ojos y sumirme en el ejercicio de soñar a destajo, adrede, con premeditación y alevosía. A interactuar con mi mente, con ese subconsciente que se resiste a encasillarse entre el Renacimiento y el Barroco; a escoger entre tantas diapositivas vistas, entre tantas páginas vueltas de algún libro, en alguna biblioteca personal o masiva...Diría que necesito poco y mucho a la vez, solo bastarían misterios insondables, espectacularidad, y una excitación poética, un éxtasis plástico que se traduzca en renovación, en algo aparentemente desconocido...

Ando buscando una pintura, una sola, esa sola. Esa que se mueva con soltura entre lo místico, lo divino, entre lo puramente plástico y la indagación literaria. Y además que sea asible, coterránea, que allí donde esté no me sienta perdida; rodeada de luces que no son las mías, de espectros, de demonios que no me pertenecen.

Al fin me siento seducida, atrapada en una selva fulgurante de color y desatino. Una selva que se hace de caña de azúcar y de lunas verdes; que no le debe nada a las intrincadas selvas amazónicas, a los pluviosos bosques americanos. Y es más la reconozco, sé que alguna vez he caminado en ella, que antes estuve acá, tal vez en otro sueño...

Wilfredo Lam, nació entre lo más autóctono de la raíz cubana. Nació rodeado del campo, que es para muchos la esencia vital de la cubanía. Allí donde se fundieron para dar lugar a eso que hoy somos: lo que trajeron los peninsulares, lo que preservaron los africanos, lo que nos dejaron de los aborígenes. Ese campo que dio lugar al Guajiro Cubano con mayúsculas, porque es representativo de todo un ritmo, una manera de ser, de expresarse, de caminar, de amar. Pero en esa savia que había de beber desde la infancia en su natal Sagua la Grande, habría que incluir un componente especial que hace de la corporeidad Wilfredo Lam, muchísimo más que África, España...y eso es China. La majestuosa China con su cultura milenaria, sus ojos rasgados y su poderosa mente.

Nacido con el sino del pintor, llega por primera vez a la Habana con el propósito desvariado de estudiar Derecho. Su naturaleza lo llevará a la Academia de San Alejandro, donde sufre el academicismo y desboca sus inquietudes plasmando toda una vegetación exuberante, que suple la resignación ante los inevitables motivos clásicos de sus profesores.

España ya esperaba por él, y en ella otras limitantes academicistas, pero también El Prado con sus cuadros del Bosco, Brueghel y Goya. Entra en el taller de Álvarez de Sotomayor, pintor académico y director- además-, del Museo del Prado. Al mismo tiempo, asiste a la Academia Libre del pasaje de la Alhambra, centro de reunión de pintores jóvenes e inquietos. Catorce años donde se traslucen por vez primera, sus intereses sociales dentro de la pintura y donde se entremezclan una estructura geometrizante, con una cierta vena surrealista.

Picasso, André Breton, son nombres que aparecen con fuerza dentro de la historia de Wilfredo Lam. El primero, quien reconoció el genio del pintor en aquel cubano, y descubrió una obra que lejos de ser copia textual, se hermanaba con la suya; el segundo, hallando en la pintura de Lam los preceptos que el grupo de los surrealistas propugnaba, uniéndolo a este grupo y eligiéndole, como muestra de respeto entre artistas, para ilustrar su poema Fata Morgana. Estas relaciones fueron incentivo para fortalecer el interés de Lam por el arte negro y las divinidades africanas, que para él son sinónimo de autenticidad.

Marcado por lo azares de la guerra, regresa a Cuba, a su tierra; el lugar donde, mejor que en ningún otro, lo visitan sus musas negras. En esta época la superficie de sus pinturas se llena de figuras femeninas con cabezas de astros, formas biomórficas, piernas que se funden con una vegetación asfixiante. Pinta sobre papel y esas pinturas son testimonios artísticos excepcionales de contextos diversos y búsquedas incesantes, que definieron su impronta y que lo condujeron, en un ascendente trabajo a la concepción de la Silla, la Jungla (en papel) y La Mañana verde....

            Todo pintor tiene su Obra, esa gran obra que muchas veces no coincide con sus gustos, con aquello que él desearía se recordara de él...pero también esto escapa a su entera voluntad. Si se identifica a Velásquez con Las Meninas, a Goya con los Caprichos y los Disparates, a Lam se le conocerá como el pintor de La Jungla.

Caminar dentro de La Jungla (1942-1943) puede significar enrolarse en la búsqueda incesante de lo cubano, de lo nuestro, de ensartar una realidad inatrapable, imposible de aprisionar en colores únicos, en proporciones estándares; hacer de lo real-maravilloso más que literatura, más que verde y calor y lluvia...Fusionar lo negro, con lo blanco, con lo chino, con el ajiaco trascendente que logra ser Cuba toda; saldar todas las deudas con nuestros pasados mestizos.

Brazos, piernas, rostros, tijeras que quieren cortar todo lazo que nos mantenga inmóviles, romper las esposas de lo clásico y construir nuevas bases para la indagación plástica de lo caribeño, de lo antillano, de la insularidad... Aprehender un lenguaje desestabilizador de lo formal, principio de todas las rupturas, padre de la concepción de una pintura, que con remembranzas de Europa, quiere ser ella repasando sus referentes autóctonos o unificando ambas corrientes en un “todo fundido”, que ya no podrá ser de ninguna manera lo mismo.

           Me topo a cada momento con los personajes del panteón yoruba, que sobreviven sobre el verde azulado del fondo, a tono con la naturaleza cubana, cuerpo y alma ya, de la pintura toda. En esta Jungla, los mitos africanos gozan de vida dentro del paisaje cubano, dentro del cañaveral, tan lejos y a la vez tan cerca del Continente Negro. Y tiene un no se qué de tristeza, de lucha, de fidelidad a una verdad, de ser la voz de gente callada. Y no se equivocaron los que dijeron que La Jungla constituye el primer manifiesto plástico del Tercer Mundo. Un mundo que no es tercero por menor o intrascendente, sino que se debate en su pobreza y crea sobre ella; que hace de su realidad social o económica un disparo, una poesía...La Jungla es poesía con pintura, «porque la poesía es la lengua más antigua y elocuente de los hombres».

              Hay algo allá dentro que me produce un profundo ensimismamiento, como si ella me tomara por su pintor y me poseyera y me forzara a sentirme él, sentado frente al gran papel, en un estado similar. Este es un cuadro con memoria. Que recuerda a aquel hombre que una vez ante el Martirio de San Mauricio, de El Greco, obra que consideraba «la maravilla de las maravillas», sintiera que todavía le faltaba mucho para alcanzar la gloria del maestro. Solo cercano a los 40 se dijo: «Llegó el momento de hacer algo importante.

            La Jungla se asemeja a un rito, es un cuadro grave, minucioso, trazado con preocupación, con esfuerzo. En él son armoniosos la razón y los sentimientos, el análisis y lo intempestivo. Es un recuento de lo que fue Francia y España en la pintura de Lam. “ En él puse todo (...) mi interés por el arte africano y el polinesio, que me sirvieron de inspiración y desencadenaron una serie de motivaciones y de frecuentaciones inconscientes(...) Yo quería proseguir el penetrante camino emprendido por estas artes primitivas, aunque sin olvidar el rigor constructivo que observaron en sus obras Poussin y Cézanne.”

        A partir de este momento la obra de Lam se hace a la vez más legible y misteriosa. Más legible pictóricamente y más misteriosa en el terreno espiritual, puesto que nada ya nos recuerda los signos antes trazados. Si ocasionalmente se nos aparece el recuerdo de alguna forma, ésta ha sido objeto de una transposición, de una resignificación, tan acentuada, mezclada entre tantas otras, que resulta difícil la tarea de emparentarla con otras en el pasado.

         Lam es un artista de máxima potencia en sus estructuras, libres de formalismos, de convencionalismos. Es un pintor que se escabulle entre los que lo buscan dentro de la Escuela de París; los que aseguran encontrarlo como un pintor surrealista, como un cubista antillano, pero lejos está la mayoría de situarlo como representante de la pintura que realmente creó, aquella que guarda la emoción de los africanos que llegaron a Cuba, la que todavía yace escondida en sus cantos dolorosos...Es una pintura de reivindicaciones, de desagravio, de rescate del espíritu del arte negro, esclavizado también junto con ellos.

       Nacido no importa donde, en París, Marsella, España o allá en el barrio de Pogolloti, donde todo le hablaba de la naturaleza cubana, rodeado de plantas tropicales, con ejemplares autóctonos de nuestra flora. Es Wilfredo Lam sin dudas, el genio plástico cubano que se abrió al mundo más elocuentemente. Que produjo conmoción en grandes de la artes plásticas mundiales; que mayor debate encontró en el complejo anhelo de cernirlo junto al nombre de alguna escuela o tendencia. Se movió entre figuras hieráticas, misteriosas...al estilo Las señoritas de Avignon; pero gozó del placer de mostrarse tal cual y pintar a lo Lam, así de simple.

Siento como que me estoy marchando. La Jungla me empieza a parecer lejana, como si justo ahora entendiera que duerme plácida en el Museo de Arte Moderno de New York, está como cercana al horizonte. Ya no estoy sumergida entre esa vegetación asfixiante y encantadora. Mis manos ya no asen las tijeras con las que intentamos(Lam y yo), romper y sacudirnos el destino trágico de estar unidos a Los Otros. No quiero irme, no sé cuando regresaré. ¡Impídanme el paso, por favor!.... Demasiado tarde, desperté...


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