Hoy mi Habana llora de emoción, de ser feliz, de ser canción…
Cantar a las ciudades, a sus calles, a su alma… ha sido recurrente motivo de inspiración en músicos de todas las latitudes. Cantan sobre todo a sí mismos, reflejados en ese espacio urbano que los define, atrae y retiene, como el más atrevido de los amores. Sus vidas, como suele suceder a los artistas, se disuelven en una amalgama cosmopolita que inspira pasiones y encantamientos, basados en una lealtad más allá de los límites humanos. Una ciudad jamás traiciona.
New York, París, Venecia, Buenos Aires… han provocado algunos de los más antológicos temas de este tipo… Blues, boleros, tangos, jazzes… Gardeles, Aznavoures, Sinatras, Piazzolas… han compuesto o interpretado hermosas odas que compiten de a igual con las más bellas e inspiradoras deidades humanas.
Pero sin ser un erudito en el tema, me atrevo a afirmar que mi ciudad, mi Habana, nuestra Habana… ha sido privilegiada como una de las más prolíferas musas citadinas del último siglo.
Desde el jazz hasta el bolero, del guaguancó a la salsa, los más diversos géneros han sustentado los estímulos artísticos de los enamorados de la ciudad del Morro y el Malecón, del Caribe y su alquimia de encanto y estropicio.
Extranjeros y nativos han sucumbido por igual a sus encantos. Los primeros, como aquellos “descubridores” antaño, brindan una particular mirada de deslumbramiento. Ya dijo Sabina que a la Habana, hasta el deterioro le sienta bien. Y razón le sobra.
De los cubanos, dos miradas, dos voces de un solo pueblo. Los de adentro y los de afuera. Los de cerca, alabando a su ciudad de contrastes exquisitos, su cuna (por nacimiento o adopción)… su casa. Los de lejos, añorando su ciudad perdida, las calles que dejaron y ya no son las mismas, los recuerdos imborrables de esa… también su casa.
No pretendo hacer una antología de las mejores canciones que la Habana ha provocado. Tan solo una selección personal, incompleta y abierta… apelando a la memoria y el sentir, de algunas que en mí, por feliz o por triste caricia, han dejado huellas.
Desde el balcón que daba al malecón, un andaluz, profundo en sus textos y ríspido en el decir, habanero por decisión propia, veía cada mañana los peces de La Habana bailando con la historia un guaguancó… Joaquín Sabina no le canta a la ciudad, la evoca, la retrata… y la saca a recorrer el mundo. Muestra desde su Postal nuestras contradicciones, y reflexiona en sus textos siempre fértiles: Y en vez de las respuestas que buscaba, un ciclón de preguntas me esperaba, y en el desván del alma de la gente, dormía Silvio soñando con serpientes…
Otro español, madrileño, de letras también inteligentes, y de posturas políticas más activas, no se resiste a la promesa (¿acaso estereotipo?) del amor ardiente de y en esta capital: La Habana es la ciudad donde los sueños aprenden a nadar… Así comienza, así define Alejandro Sanz el escenario de su historia cantada.
Desde dentro son muchos, innumerables los creadores. Imposible evocarlos todos. Imperdonables los olvidos de cantautores desde Gerardo Alfonso y sus míticas sábanas blancas… hasta Amaury Pérez con otro tema no menos esencial. Otros tantos que le han cantado a la ciudad o la han tomado como pretexto imprescindible de sus historias, quedan en el limbo de los recuerdos. A cada escucha le evocará nuevos nombres y melodías.
Ineludible me resulta Carlitos Varela con una que, para mí, es de sus mejores canciones. Versionada hasta la saciedad, su Habáname es poco menos que sublime. Nos hace sentirnos como él, hijos carnales de esta ciudad… y nos hace partícipes de un sentimiento embriagador que se hace música al decir: Habana, mi Habana…si bastara una canción para devolverte todo lo que el tiempo te quitó… Si supieras el dolor que siento cuando te canto y no entiendes que este llanto es por amor… No alcanzo comentarios.
Un cuarteto singularísimo inmortalizó a su ciudad hace más de cuarenta años. Sigue conmoviendo con la misma intensidad de un poema escrito ayer. Un amor de ensueños… Habana, hermosa Habana, lindo es tu Prado, lindas son tus calles, bello es tu mar… Habana a ti llega mi canto, como gemir de violines, que solo tocan para ti… Regalo azul de una pieza angular de nuestra rica historia musical.
Pero no solo para reflexionar sirve esta urbe cosmopolita… también y tan bien, para bailar, reír, tararear, joder… al mejor estilo cubano… y ahí están los Van Van pregonando aún (no sabían cuanta vigencia iban a mantener) que La Habana no aguanta más… Sigue Paulo FG, especulando con un tema que todavía hoy mueve a media ciudad, y remueve al resto del país. Aún en estos tiempos suena, resuena, y parece irrevocable su sentencia de que en la Habana nací y en la Habana me quiero morir… Perdurará igual, con un número que ya me parece imprescindible, Manolito Simonet anunciando su privilegio de vivir en la ciudad del swing, donde nunca se duerme, donde se une la noche con el día, donde se baila hasta que se amanece, donde se juega un buen dominó, un buen motivo pa la caldoza, un Doctor juega a la pelota, y de repente metió un jonrón… Por eso le gusta la Habana… a mí también… y somos muchos los locos por ella.
Si las locuras la multiplican, las distancias reproducen la intensidad del sentir. Desde más lejos se ve más bonito, como reza Habana Abierta. La añoranza y la nostalgia son expresiones camaleónicas que se transforman fácilmente en canción y emoción. Alguien dijo que un lugar del que te vas, es un lugar al que no regresarás. No al mismo. Las ciudades, como los ríos, siguen su caudal, imperturbables, indetenibles. Pero el amor a la tierra es más hondo, y no entiende de consideraciones filosóficas.
Ahí está Celia Cruz, tras casi cinco décadas de ausencia, llevando en su voz, comprometida, orgullosa, el nombre de la ciudad y el país que la vio nacer… sintiendo, intuyendo que de la Habana hasta aquí hay una corriente que a mí me llama… de la esquina del Prado hasta el rinconcito de Camarioca.
También le cantó Blanca Rosa Gil, en una suave melodía, desgarradora en su voz. La ciudad le es esencial. Habana mi alegría está en ti, allí donde tú estás… Dolorosa en su pregunta: ¿Cuando la volveré a ver?
Han pasado muchos años. La respuesta sigue siendo esquiva. Pero la Habana sigue ahí, aquí, irreverentemente majestuosa. Increíblemente digna. Hoy una nueva generación forma parte de la oleada de artistas, de músicos, que han dejado atrás… sin abandonar… la ciudad a la que cantaron… para buscar nuevos derroteros. Nos dejan sus textos, como ejemplo preclaro de su matrimonio eterno con la ciudad.
Isaac Delgado nos reveló la clave para conocer a su Habana… precisamente caminando su malecón. Emblemático. Místico. Ahora lo contempla desde el otro lado del mar. Y seguramente lo siente igual.
Aún se escucha decir que hoy mi Habana viste lo mejor, y más coqueta que una flor abre sus puertas y ventanas… Aún resuena la voz única, distintiva, de Xiomara Laugart… aún se oye su sentir a la capital… aunque su voz prestigie hoy escenarios de otros continentes.
Y después de anunciar, como un torrente de desahogos que La Habana llora de noche, se duele de sus heridas, llorando lágrimas verdes, que han de salvarle la vida… los Tres de la Habana han cruzado también el mar, han ido en busca de tierra firme donde seguir creciendo en su arte. Aún desde la distancia, les llega el llanto de la ciudad. Y ahí, aquí… sigue enhiesta en su decadencia, sirviendo de inspiración a quienes necesitan, o no, asideros culturales como sostén idiosincrásico. Siguen habitándola, desde la lejanía física, desafiando husos horarios y coordenadas geográficas…
Hoy miro a través de ti las calles de mi Habana… es tu alma y soledad la voz de esta nación cansada… Se le sufre tanto, o más, que desde adentro. Se extraña. Entrañable. Se anhela. Se sueña. Como a la ciudad imprescindible que es…
Se carga con ella… y no hace falta pisar sus calles, ni sentir sus olores, ni despeinarse en su brisa marina… Se carga dentro… y no pesa, porque engrandece.
La define impecablemente Habana Blues:
En Madrid o en Nueva York, La Habana está en todas partes… porque la llevas contigo sin miedo a desarraigarte…
Alberto Barrios